La Formación Del Ministro Cristiano, Como Maestro Y Pedagogo De La Fe, Como Sujeto Que Participa Activamente En La Transformación De Los Seres Humanos, Exige Despertar Y Fortalecer Una Conciencia Crítica Que Reflexiona Permanentemente En Torno A Su Quehacer Y Su Práctica Pedagógica, Para Descubrir La Manera Como Su Formación Inicial Fundamenta Su Labor Y Responde A Los Retos Que Se Le Presenta En Una Sociedad Cada Vez Mas Plural Y Globalizada.
Las Expectativas De La Sociedad Son Cada Vez Mas Exigentes Y Radicales En Relación Al Pedagogo, Se Reconoce Que Para Ser Ministro No Basta El Dominio De Un Saber Específico, Sino Que Se Requiere Una Formación Teológica, Bíblica, Histórica Pedagógica Y Didáctica, Variada Y Profunda, Que Permita Establecer Un Diálogo En Conformidad Con Las Exigencias De La Sociedad Y Del Conocimiento.
Por Tanto En La Formación Del Ministro Cristiano Es Importante Suscitar En él Una Reflexión constante Sobre La Educabilidad Del Sujeto Que Alude Al Conocimiento Que Los Maestros Deben Tener De Os Procesos De Desarrollo Intelectual De Los Estudiantes, Determinado Por Circunstancias Psicológicas Y Culturales (lo Que Exige Apropiar Y Aplicar Conocimiento De La Psicología Y La Antropología). Pensar En La Formación Del Ministro Cristiano, Como Maestro–pedagogo De La Fe, Implica Asumir Un Proceso De Carácter Interdisciplinario, Reconociendo Sus Múltiples Dimensiones Culturales Sociales, Ecológicas, Económicas, Políticas, Filosóficas, Históricas, Es Decir Un Proceso Que Se Enmarca En Una Pedagogía Que Asume Los Principios De Jesús.